Si el pensamiento artístico pretende relacionarse con la sociedad en la que se desarrolla, no puede no enfrentarse al hecho de que vivimos en un mundo donde la sovraproducción industrial y la obsolesciencia programada de sus productos determina las relaciones económicas y sociales globales. El arte posee la capacidad de marcar un cambio en la tendencia económica y social a través de una apropiación del producto industrial y su transformación en un anti-producto que contraste su misma natura de producto industrial. En éste artículo se pretende desbozar elementos de este pensamiento artístico antagonista y al mismo tiempo describir tres ejemplos prácticos de como reciclar y convertir productos tecnológicos en herramientas para el arte.